Seguidores

domingo, 26 de junio de 2011

F__CIDAD












Lo único que me falta es ÉL.
Llevo 48 horas encerrada en casa. Me quedan 12 para salir pitando como una posesa. No es molestia estar encerrada entre unas cuantas paredes. No es molestia que nadie llame para decirte cuatro tonterías. No es molestia esperar a que alguien lo haga. He descubierto, por suerte, que no todos los que dicen  ser amigos lo son. Hay veces, demasiadas veces, que te usan como trapos y hay veces, también demasiadas, que nunca te das cuenta. No puedo culpar que yo sea demasiado, como decirlo... antisocial con mi propia gente. Puede que también sea un poco miedica, según dicen claro. Pero esta claro que no puedo cambiar. Llevo 15 años siendo inocente y bonita, perfecta estudiante y mosquita muerta. Pero eso no cambia a que sea tonta. No, no lo soy. Sé lo que hago y lo que hacéis. Se perfectamente con quien trato y por eso soy así. 
Claro, como no darse cuenta. No todos los que dicen ser amigos lo son.

sábado, 25 de junio de 2011

STOP.

He corrido a mil kilómetros por hora en la autopista de mi vida. He recorrido mares con mareas mareosas y cielos con mil soles y mil lunas vigilándome. He pisado mierdas con el pie derecho y luego con el izquierdo, pero no dan suerte… está comprobado. He soplado dientes de tigre en cada prado pidiendo estúpidos deseos inalcanzables y he buscado tréboles de cuatro hojas con el fin de que se cumpla mi sueño. He corrido tan rápido por el mundo buscando algo, buscando alguien. La pena es que hay veces que corremos tan deprisa, aumentamos la velocidad de nuestro transporte el cuerpo por la autopista de mi vida que no nos damos cuenta de que estamos a punto de atropellar a lo que andábamos buscando desde hacía miles de lunas, y justo cuando estas a punto de chocar, caer y destrozar tu vida por completo le das al stop y todo se detiene. Escasos centímetros salvan lo que yo buscaba de mi cuerpo, y  sonrío al pensar que no he acabado con ello, que no he acabado contigo. Entonces pasan como dos eternidades así mirándose y sintiendo esa extraña sensación en el cuerpo, sintiendo como si viajaras a mil kilómetros por hora aún que no nos movemos, luego son 3 fugaces segundos los que tardamos en besarnos, sentirnos y dárnoslo todo. Y cuando ya se cansa, cuando tu mayor objetivo tiene todo de ti, cuando te das cuenta que lo que tu buscabas verdaderamente solo trataba de huir de ti, entonces vuelvo a subir la velocidad a más de mil kilómetros por hora, intento alcanzar esa sensación que experimentaba con él a través de la adrenalina de la velocidad y, cuando este tan tremendamente obsesionada por alcanzar esa sensación de nuevo olvidare cual fue tu nombre, olvidare lo que fuiste y lo que sentí y, sólo entonces, volveré a acelerar para encontrar lo que busco y no pararé hasta chocarme.

Elecciones.

¿Quieres zumo de piña o de melocotón? ¿Quieres acostarte o seguir viendo la tele? ¿Vamos a la montaña o a la playa? ¿Vienes a mi casa o voy a la tuya? ¿Jugamos o pintamos? ¿Me quieres o no me quieres? Todo en esta vida, son elecciones. Puedes elegir una u otra, pero siempre eliges, y siempre lo que crees conveniente en ese momento, lo que te gustaría hacer. Nunca nos paramos a pensar en después, en cómo le sentará al mundo lo que elijas. A veces decidimos crecer antes de que nos llegue la hora, queremos elegir el sabor de nuestro zumo sin saber si le somos alérgicos al melocotón, queremos ver la tele hasta tarde aunque al día siguiente no nos podamos levantar, preferimos ir a la playa y perdernos un día entero conociendo animalitos, vamos de un lado a otro sin pararnos a pensar en la vuelta, queremos jugar todo el día aunque nos cansemos más que nadie. A veces, una simple elección puede cambiar tu vida. A veces decimos demasiado rápido te quiero, pronunciamos las palabras antes de saber qué valor tienen y que consecuencias traen. Y, sólo a veces, es mejor callarlas y esperar a que la persona adecuada te las saque de la boca sin preguntas, simplemente que haga que suenen como un hola cada vez que salen de tu boca, que parezca que es normal quererle tanto, que dé la impresión de que llegaste al mundo sólo para decirle te quiero.  

Nos separan escasos metros pero ninguno de los dos es suficiente valiente como para acercarse primero. Los dos sabemos que queremos, los dos sentimos que lo necesitamos pero los músculos de nuestros cuerpos se han tensado y paralizado, no nos dejan avanzar. Quiero alargar el brazo y poder acariciarte, poder notarte y así entender que no eres un sueño. Necesito abrazarme a ti y sentir cada uno de tus besos, notar ese calor que tanto me gusta y esas manos aferradas a mi cuerpo.  


Te necesito a ti.
Basta de preguntas, adiós a las distinciones entre el bien y el mal. Basta de respuestas sin sentido, adiós a las dudas, negaciones o afirmaciones. Que no hay respuesta lógica a un sentimiento sincero. No hay palabras que basten para aclarar el emborronamiento más grande. ¿Por qué preguntamos? ¿Por qué dudamos? Calla, deja de preguntar ya. Ahora sólo cierra los ojos. ¿Notas mi respiración junto a la tuya? ¿Notas los escasos metros que nos separan? Ahora, haz lo que sientes y no pienses.


¿Love?

Estas sentada en el patio de esa casa desconocida, abrazada a dos fuertes brazos que llenan tu cuerpo de calor. Un  calor indefinido que no entiendes para nada. Él te abraza, te coge de las manos, te besa el cuello y apoya su barbilla en tu hombro. Sigues sintiendo ese color que abrasa todo tu cuerpo y notas como el corazón empieza a acelerarse tontamente. La conversación no es ni interesante ni larga, pero el calor que posee nuestros cuerpos hace que nos olvidemos de las palabras, de los sueños y los deseos. Se detiene el tiempo y sin saber cómo ni porque me giro y él me abraza. Él me rodea con sus fuertes brazos y me mira. Su mirada se pasea desde mis grandes ojos hasta mis tiernos labios. Le espero, vergonzosa, con la mirada baja y los labios entreabiertos. Y me besa, él me coge de la cintura y me acerca más a su cuerpo, quiere sentirme cerca, necesita de mi calor. Entrelazo mis finos dedos en su cabello y me acerco más a él, no nos separa nada. El silencio es enorme y solo se oyen nuestras agitadas respiraciones y los besos que nos damos locamente. Nos detenemos y  nos miramos. Hay pasión, hay deseo y es que no sé qué tiene que yo no me resisto y no puedo dejar de mirarle, de besarle y de quererle cerca. Nos levantamos y nos separamos, nos miramos avergonzados y luego él avanza hasta mí. No sé qué tengo que él no puede alejarse de mí. Me rodea con su brazo y caminamos por la calle, lentamente, silenciosamente. Nos miramos, nos besamos. El calor de nuestros  cuerpos podría incendiar un edificio, hay pasión. Él me coge de la cintura y me pega a su cuerpo. Yo suspiro al sentirme tan cerca, tan acalorada. Él baja sus manos hasta mi culo y me aproxima todo lo posible a su cuerpo y yo noto cada musculo, cada pulsación y cada parte de su cuerpo. Él me levanta besándome sin parar y me apretuja entre su cuerpo y la pared, no me quiere dejar ir. Yo no quiero parar, no puedo. Le beso, le siento, quiero dárselo todo, quiero ser suya el máximo tiempo posible.
Él quiere, yo quiero.  


Cuando te ves sumergida en el pozo de los recuerdos y nadie te tira un grande cubo para que subas a la superficie, cuando lo único que cabe en tu corazón es el amor más grande, cuando poco a poco ves como todo lo que tenías se desvanece... Cuando te quedas a solas con ese pozo de recuerdos y tienes que ver una y otra vez las mil aventuras ya vividas, las miles de personas que han pasado por tu vida y todos esos sentimientos que entregaste inocentemente. Ahí, es cuando todo está perdido.  


Ahí está ella, caminando sin destino. La veo cruzar inconscientemente hasta llegar a mitad de la carretera. Se detiene, siguiendo sólo el sonido del tictac de su reloj, y cae al frío suelo de grava que tenia a los pies. Se estremece a su frío tacto, se estremece al saber que la separa de una gran montaña de tierra una fina capa de grava.
Tierra, arena, barro, hierba, flores y mariposas, polvo, raíces, árboles, arbustos, ramas y malas hierbas, piedras, insectos, pinchos, fango y bichos. Eso es la vida.
Ella vuelve a estremecerse y se tumba inconscientemente en el frío suelo de grava con un fuerte golpe. Mira al cielo, ese precioso cielo de la noche… ¿pero qué dice? ¿Precioso? Entorna los ojos hasta llegar a pasar por una china, mueve la cabeza de un lado a otro intentando lo imposible, se retuerce y estremece. ¿Dónde fueron las estrellas? ¿Dónde desapareció la luna?
Se recuesta en su lado derecho y mira la farola que hay colgada de una alta finca. La mira irradiando agonía. Ve la finca donde, por una ventana, puede ver el reflejo de una televisión y tontas personas riendo por su contenido.
Grava, cimientos, ladrillos, azulejos y metal, luces, cables, electricidad y gas, bombillas, grifos, mármol y materialidad. Eso es la destrucción.
Tú, yo, él… ella es la tierra, cada extremidad es una raíz que la une a su país. Vuela, libre como las mariposas cuando el árbol se hace grande y vive lejos de nube en nube como los pájaros. Baja y coge ramas para sus nidos y cría hijos en cada arbusto que ve a lo lejos. Come cada bicho e insecto que ve en el barro. Se revuelca por el polvo sin preocuparse de mancharse. Se lava sin miedo en el estanque del parque y juguetea de pez en pez como loca. Arranca las malas hierbas y saca las buenas. Soporta vientos y lluvias. Espera el sol. Es libre y ríe mientras es feliz. Eso, eso es la vida.
Y ahí la tenemos a ella, un pedacito de la poca vida que queda en el mundo echada sobre un campo de hormigón y grava que le consume el calor y la vida de forma cruel y fría. Ahí está ella, esperando a que un manto de grava y fuerte electricidad la lleve con la tierra, la vida y sus maravillas. Y así de tontos somos nosotros que cuando vemos un pedacito de vida lo arrancamos y convertimos en material, nos autodestruimos por querer llegar a más.
Ambición  y egoísmo, consumistas de la vida y la humanidad. Un árbol marchito al que le arrancamos las flores llenas de dolor.

Eso es a lo que llamamos vida. 

Un sentimiento de horror se apodera de ella cada vez, que con una sonrisa, entrega al mundo lo que mejor sabe hacer y el mundo se lo tira a la cara despreciando, riendo y burlándose de cada mísero movimiento que reproduce su cuerpo. Ella ya no puede más, se va debilitando cada vez que ve como pasa y ríen de ella, de sus sentimientos, y van dañando su pequeño corazón.
¿Por qué todos me superan?” Se pregunta ella.

¿Por qué en nada destaco?” Se entristece ella.
“Y qué valor tiene saber hacer bien matemáticas, francés, inglés, valenciano y las mil lenguas del mundo. Y qué valor tiene ser buena en todo, en lo difícil y lo fácil, si en nada, nada, nada destaco.” Se lamenta ella.
Mil y una lágrimas derrama ella mientras ve que le arrebatan el sueño, cuando se da cuenta de por más que haga nunca destacara en nada. Ella quiere que se la trague el mundo y 
desaparecer.

Prefiero no vivir que vivir entre sueños.” Y ella no despertó, jamás.


Siento como cae una pequeña lágrima que recorre mi mejilla cariñosamente. No pretende hacer daño ni tampoco molestar, sólo pretende caer y desaparecer. Cuando juguetea por la punta de mi barbilla, oscilando curiosamente, la cojo y no la dejo escapar. La miro incrédula, parece una perla, un diamante precioso que brilla como las estrellas. No puedo dejarla caer, ni mucho menos desaparecer. Pienso entonces porque esta pequeña, tan insignificante e indefensa, lágrima causa tanto dolor al caer si acaricia tan dulcemente el rostro, porque asociamos el desconsuelo más intenso en unas lágrimas y un terrible sollozo. La miro, es un diamante, un precioso diamante de puro dolor. Grito, sollozo y se me corta la respiración. ¿Qué va mal? Todo parece perfecto. Miro alrededor, no hay nada. Otra lágrima cae lentamente por mi mejilla. Me tumbo. La noto, cosquilleante, caer por mi nariz y posarse en la punta jugueteando y haciéndome reír. La cojo cuidadosamente y le digo, lentamente, eres tú la que me escucha y hace desaparecer el dolor, la que me entiende, la que me hace reír, la que siempre esta cuando nadie quiere estar.


Eres tú, pequeña lágrima, la que nunca desaparecerá en los peores momentos y, la que en los buenos, se alegrará de mi felicidad.

Sentada como de costumbre, con una pierna encima de la otra. A oscuras en mi conocida habitación con un cigarro entre las manos. Bebo el aire que me rodea como si de una droga se tratase. Miro a mi alrededor y, a penumbras, veo los tantos cuadros que me rodean que están huecos y vacíos. Uno tiene estampado de tigre, tiene el tamaño perfecto para cogerlo entre dos manos y la ligereza adecuada para llevarlo a cualquier parte. En su interior no hay imágenes, ni fotos de dos amigas abrazándose ni de dos novios besándose. Simplemente se ve el marrón enfermizo de cartón que tienen todos los cuadros vacíos. Tenía una imagen, oh, por supuesto que la tenía. La tiré. ¿Quien en su sano juicio querría tener una imagen carente de sentimiento y valor en un cuadro tan bonito? Sí, puede que para muchos la amistad o el amor sea tener una foto bonita y divertida en un cuadro original y con estilo, pero para mi la amistad es el sentimiento que refleja. Y por eso estoy en esta habitación oscura, rodeada de cuadros vacíos libres para ser llenados por grandes personas, por gente con sentimiento. Por eso tengo un cigarrillo entre las manos y estoy escuchando canciones animadas, con ritmo y gracia. Para poder encontrar algo emocionante que no sea caras de falsos amigos sonriendo a una habitación que no les importa ni lo más mínimo.